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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Hijos y egoísmo

Siempre he tenido claro que quería tener hijos. Bueno, quizás no siempre, es cierto que a los 5 o a los 10 años no me lo planteaba. Tampoco sé si a los 15. Pero definitivamente sí que me lo planteé entre los 15 y los 20. No recuerdo cómo surgió pero sí que hablaba con alguien de algo ( ¿quizás "los padres"?) que finalmente derivó en "los hijos". No recuerdo exactamente qué pensaba, ni siquiera sé si lo que recuerdo es real o es lo que, mi memoria con esa curiosa habilidad que tienen todas las memorias de reescribir el pasado, me quiere hacer pasar como real.

En cualquier caso, tampoco creo que sea importante si esto fue así, o parecido o completamente diferente pero ha ido evolucionando con el tiempo. Lo importante es que, ahora mismo creo que con 15-20 años me sentía privilegiado por vivir en este mundo ( y no unos cientos de kilómetros más al sur, quizás) y consideraba que era muy egoísta quedarse con algo así para uno solo y no compartirlo con nadie más. Aparte de eso, ante la duda de si yo podría ser un buen padre o no, mi respuesta era que los padres de nuestra época, todos en general, con muchas más limitaciones, habían conseguido criar a unos hijos razonablemente bien por lo que yo tampoco debería tener excesivos problemas para hacerlo, como mínimo, igual que la media.

Este pensamiento que sitúo entre los 15-20 años, tampoco importa si lo movemos en el tiempo un poco y lo situamos entre los 20-25, 25-30 ó 30-35. Es la ventaja de la memoria selectiva :-). Quiero decir con esto que eso es fundamentalmente lo que pienso ahora. Con otros elementos de juicio si cabe. Por ejemplo, mis padres no tenían la formación que yo he tenido. Si acaso, una formación en valores que podríamos definir como "diferente" cuando no "mejor". Por ejemplo, veo complicado que yo pueda inculcar a mis hijos una cultura del ahorro como la que yo he recibido.

Por ejemplo, afortunadamente tenemos y tengo ahora más medios de casi cualquier tipo que cuando ellos me tuvieron a mí. Por ejemplo, la caprichosa genética me ha bendecido con algunas capacidades que me han convertido en un pésimo jugador de fútbol pero en un buen estudiante. Por ejemplo ... seguro que hay más pero creo que con esas basta por ahora.

Así pues, creo que hoy en día lo tendría todo para ser un padre que no desmereciera a ningún otro. Bueno, eso quizás pueda provocar la risa de alguno que otro que lea el blog mientras en la planta de abajo revolotean sus tres churumbeles o se siente en el sofá preguntándose cuánto faltará para que su señora pegue "el chupinazo" y la hija que ahora mismo tienen en común pero que la madre se la está quedando para ella sola, pase a estar más compartida. Así que dejémoslo en que hoy en día lo tendría todo para ser un padre que no desmerezca a la media.

Por supuesto, eso no implica, ni muchísimo menos, que mis hijos resultaran buenas personas, temerosas de Dios y hombres de pro como los controladores aéreos o los políticos. (Si dentro de veinte o treinta años lee esto alguno de mis hijos o si dentro de 50 lo lee alguno de mis nietos, que sepa que los políticos llevan ya años y los controladores aéreos meses, sin gozar del favor del público). Pero como dice esa famosa frase, quien nace pobre y feo tiene muchísimas probabilidades de que, al crecer, ambas cualidades aumenten en intensidad. Puesto en negativo, quien nace en un mejor ambiente no tiene peores probabilidades que quien nace en uno peor.

Así pues, siempre me han gustado los niños. Y cuando me preguntaban repetía lo que mi padre me dijo cuando yo tenía apenas 10 años. Él quería que yo tuviera una vida mejor que la suya. No lo decía pero se sobreentendía que un éxito mío serían como diez suyos. Un hijo además era (y es) un proyecto de futuro. Al nacer, no hay nada que lo limite. Puede alcanzar cualquier cosa. Solo el tiempo, las circunstancias (incluyendo las genéticas) y él mismo irán poniéndose límites. Un hijo era (y es) algo fascinante.

Y en estas llega la ducha del martes o el miércoles pasado. En medio de la ducha me pregunté:

-¿Por qué quieres tener un hijo? ¿para ofrecerle lo que tú no has tenido, corregir los "herrores" que tú has cometido, que tenga la opción de asombrarse con cualquier cosa por pequeña que sea como haces tú?.
-Si es así, ¿por qué quieres tener un hijo? ¿para completar lo que hay de incompleto en ti?¿no se trata sino de una mera elección egoísta revestida de altruismo?. ¿Por qué estás pensando en que a tu hijo le dirás claramente que tiene que ser controlador aéreo que presumiblemente seguirán ganando mucho y trabajando poco?.

Y me quedé pensando. Es más, hace unos años leí un artículo, no recuerdo si lo encontré o me lo pasaron, sobre los "ChildFree" en contraposición a los "ChildLess". Creo que fue en la boda de mi prima cuando la madre de amiga suya comentaba que "Ortega Cano" era una persona que "no había servido para tener hijos" o algo así. Era un comentario casi despectivo. Ortega Cano era, a juicio de esta mujer, un "ChildLess" que incluso años después tuvo que acudir a la adopción.

Antes las personas que no tenían hijos eran prácticamente todas "ChildLess". Ahora ya no, ahora hay gente (y yo tengo bastantes compañeros que parecen pertenecer a este grupo) que prefieren ir y venir, hacer y deshacer, todo ello sin la carga de los hijos. Son "ChildFree". De repente, la carga negativa pasa de los padres, que no pueden concebir, a los hijos que no son sino una carga. Esto requería un cambio en el léxico y los angloparlantes lo han solucionado añadiendo los sufijos "Free" y "Less", según corresponda.

Pues bien, Ortega Cano incluido, yo seguía en la ducha, pensando a falta de no saber cantar. El "ChildFree" siempre me había parecido egoísta, quedándose para él los buenos ratos, el amor y hasta el dinero que podía haber dedicado a otra persona, a una personita chiquitita, para más señas. Pero ahora me encontraba yo preguntándome si el egoísta no sería yo y si mis ganas de descendencia no serían sino una muestra de un fracaso parcial en mi vida. No solo eso, también estaba la respuesta típica, quería tener hijos por sentir la experiencia, esa misma que tantos otros han sentido, que tan maravillosa dicen que es, por descubrir cada día que conoce tiene una habilidad más o conoce una palabra más o tiene la caradura de convencerme con un beso o incluso intentar engañarme. Esa misma respuesta que, reinterpretada, venía a decir algo así como que no quería tener un bebé sino un experimento que colmara las expectativas de mi alma científica.

Se supone que un niño es la persona más egoísta del mundo y creo que no podría ser de otra forma, Darwin dixit. Es decir, para sobrevivir hay momentos en los que toca tirar de egoísmo y, si tienes unos meses o pocos años de vida, tienes que intentar que los demás suplan esas carencias. Y hay momentos en los que, tan importante como la supervivencia personal es la del grupo. Tanto que no puede concebirse una sin la otra. Pues bien, se supone que un niño es la persona más egoísta del mundo y de repente me estoy planteando si no seré yo más egoísta aún y el pobre niño poco más que un subproducto de mi egoísmo.

Me quedé un rato en la ducha, posiblemente más del habitual. Y salí de ella sin respuestas. Ni afirmativas ni negativas, simplemente sin respuestas. O quizás sí. Ahora sé que quiero tener hijos y que mi propio egoísmo me impulsa a ello.

Un saludo, Domingo.

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