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lunes, 27 de diciembre de 2010

De visita

Esta tarde estábamos comiendo en un restaurante. Se trata de un restaurante al que nunca habíamos ido porque no nos había llamado la atención ni la variedad (aparentemente escasa) ni el precio (aparentemente alto). Pero hoy nos decidimos a darle una oportunidad. El resultado es que el precio era ligeramente más alto de lo normal pero todavía razonable y la comida bastante buena. Sin embargo, no creo que sea eso por lo que lo recuerde.

Nada más llegar nos sentamos en una mesa al lado de otra donde comían un señor y su hija. Ambos trataban de forma muy familiar a una de las mujeres que atendían el negocio. El trato era recíproco, ambos también eran tratados de forma muy familiar por las mujeres que atendían el negocio. Más tarde escuchamos como la niña llamaba "mamá" a una de ellas. El hombre posiblemente era el padre y marido de esta señora. Pero quizás tampoco sea esto por lo que recuerde este día.

Cerca de donde nos sentamos había una estufa de estas de gas que parece un champiñón muy muy delgado y alto. El día no era del todo frío, pero tampoco es que estuviéramos en verano, claro está. El sitio donde nos sentamos se parecía a estos asientos de escay típicos de los restaurantes en los EEUU. Justo encima nuestra, varias lámparas de estas de cristales pintados cuyo nombre no recuerdo. Una de estas lámparas, justo la que estaba sobre nosotros, tenía tres bombillas. Su proyección sobre el plano XY nos daba una separación de unos 120 grados. Además, añadiendo el plano Z cada una de ellas debía estar como a -45º del eje Z. No sé si ha quedado muy claro, no sé siquiera si lo he explicado muy bien pero el resultado es que las tres bombillas formaban un trípode, algo que no recuerdo haber visto :-). Pero tampoco creo que recuerde este día por ese detalle.

Dudé entre comer fabada o comer costillar de cerdo que era el plato del día. La verdad es que recuerdo con especial cariño la primera vez que probé las fabes, el chorizo y la morcilla asturianas en casa de J&J. Al final me decidí por el costillar porque la chica que nos atendía me lo recomendó y además decía que, al contrario que la fabada, no había siempre. Quién sabe si esa fabada no será incluso de bote. En cualquier caso, aunque el costillar estaba bueno, tampoco creo que recuerde este día por eso.

El local estaba a dos alturas. Nosotros estábamos en la planta baja y, subiendo unas escaleras, a un metro de altura aproximadamente, había otra parte. Justo nada más subir, a la izquierda, había una mesa redonda donde comían tres personas. Una de ellas me pareció un hombre mayor, calvo, con cierta similitud a algún vecino de la zona. Se ve que habían acabado de comer porque la camarera le preguntó si querían café y respondieron que no. Esa respuesta me sirvió para descartar que fueran guiris pues en un primer lugar me había dado la sensación de que alguna de las mesas de arriba, no recordaba cual, pudiera estar ocupada por ellos. Esto se empieza a parecer más al motivo por el que puede que recuerde este día.

Al rato, en una de las pausas de nuestra conversación, pegué la oreja a lo que estaban comentando en esa mesa y no pude entender ni jota. Me resultó extraño pues había podido escuchar su acento cuando lo del café y eran españoles sin duda alguna. Intenté prestar algo más de atención y, casi con toda seguridad deduje que hablaban vasco. Y se lo conté a mi mujer. Y este es el motivo por el que probablemente recordaré este día.

Cuando yo tenía 17 años, estuve de viaje de fin de curso en San Sebastián y me fui con las ganas de escuchar a alguien hablar en vasco. Entonces además ETA actuaba con frecuencia y nos aleccionaron muy bien para que nos abstuviéramos de hacer según qué comentarios. Cuando estuve en Galicia con 13 sí que recuerdo perfectamente que era muy común escuchar hablar en gallego. Por tanto, chocaba muchísimo la vileza etarra y el empecinamiento con la lengua vasca en un sitio donde tan complicado fue para mí escuchar hablar en vasco. No solo eso, la gente resultó, como por otro lado ahora resulta lógico pensar, extremadamente cordial. Aquella visita cambió para siempre mi impresión sobre los vascos. Poco después además la consejería de Turismo vasca, encabezada por Rosa Díez lanzó un lema que me pareció particularmente acertado. Algo así como: "que no te lo cuenten, vívelo."

Pero volviendo a aquel viaje, recuerdo que andando por la calle nos escuchó un hombre mayor, 50-60 años y reconocí nuestro acento. Nos preguntó ipso-facto de dónde éramos y al decirle que de Málaga nos dio multitud de recuerdos, nos dijo que le encantaba Málaga que había venido varias veces que ... Definitivamente para ser etarra no es necesario ser vasco, solo es necesario ser un asesino sin escrúpulos que no ataca a quien no es de su tierra, solo ataca a quien no piensa como él. Por tanto, una vez establecida esa premisa que debería ser tan clara pero que no lo es para todos, vasco no es igual a etarra, resulta más que curioso que haya tenido que ser en Alhaurín de la Torre y no en San Sebastián el primer sitio en el que haya escuchado hablar en vasco.

Pero justo en ese momento empecé a pensar. Bien, son vascos y están de visita por aquí. Pero por otro lado hablan en vasco y mi experiencia aunque escasa me dice que eso no es excesivamente normal. Es más bien de personas de interior de esas que no es probable que se cojan un viaje del Imserso para venir aquí y menos a Alhaurín que no tiene ningún encanto especial ... salvo uno. Uno que hace que todo tenga sentido: la prisión.

Así que le dije a mi mujer: "son vascos y están 'de visita'" y luego le expliqué qué tipo de visita en concreto era aquella. Pero eso fue ya después de que se hubieran ido. Antes, pagaron, hablaron de nuevo en español con la camarera, preguntaron por los servicios y, tras recibir las instrucciones marcharon los tres juntos. El hombre mayor, supongo que si mi teoría es cierta sería el padre del etarra en cuestión, ciertamente tenía algo de parecido con este vecino al que he visto alguna que otra vez. La mujer iba vestida digamos que de la forma típica-elegante que podría ir vestida una chica de IU, que hiciera actuaciones con mazas o algo así. Quizás no es la mejor forma de describirlo, pero tampoco encuentro otra :-). El hombre vestía de forma parecida aunque prácticamente convencional. Creo además que tenía un reloj de cadena en el bolsillo. Llegaron a la zona de los servicios, volvieron a hablar en vasco mientras el hombre joven preguntaba de nuevo algo a la camarera (o al revés, no me acuerdo) en español. Tras salir del servicio, los tres se fueron. Si mi teoría es cierta, quizás, rumbo al Norte.

Un saludo, Domingo.


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