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sábado, 28 de agosto de 2010

¿Y el guardaespaldas?

Esto es lo que dice la RAE:
cordobés, sa.
1. adj. Natural de Córdoba, ciudad de España, o de su provincia. U. t. c. s.
2. adj. Natural de Córdoba, ciudad de la Argentina, o de su provincia. U. t. c. s.
3. adj. Natural de Córdoba, departamento de Colombia. U. t. c. s.
4. adj. Perteneciente o relativo a aquellas ciudades y provincias o a este

Y esto es lo que me dice a mí:
Cordobesa: El apodo de una jugadora de hattrick con quien compartí grupo hace ya muchos años cuando yo estaba en VI división. De hecho, teniendo en cuenta que estuve 4 temporadas en octava división (hasta que aprendí a jugar) y una sola en séptima, esto debió ser finales de 2005, inicios de 2006. No recuerdo el nombre del equipo, pero sí el apodo de la dueña que, en realidad, no era cordobesa (motivo por el cual nuestros partidos no eran derbys andaluces) sino murciana o algo así, y se había ido a Córdoba porque su marido era de allí. ¿Y por qué la recuerdo? pues simplemente porque tenía un equipazo al que parecía imposible ganarle en mi primera temporada en VI ... y le gané. Aunque de forma un tanto injusta, todo hay que decirlo. Durante las siguientes temporadas esa "cordobesa" fue mi martirio particular porque me ganaba siempre (normal porque tenía mucho mejor equipo). Creo que quitando esa victoria inicial, después exceptuando un par de empates en mi campo, siempre perdí. Eso sí, fue ascender ella y a la temporada siguiente, una vez el tapón había desaparecido, ascendí yo :-).

Cordobés: Al parecer es una urbanización de Alhaurín de la Torre, llamada así porque el constructor era nacido en la ciudad de los Rafaeles. Y también era un vecino mío o, mejor dicho, de mis padres.

El Cordobés vivía en el mismo sitio, pero en la escalera de la izquierda. En su juventud parece que fue ... bueno, resumámoslo en que la aprovechó muy bien. Incluso, hoy mismo, decía su mujer que tenía muchas ganas de vivir. Indudablemente ya no era joven, tenía 73 años pero estaba perfectamente, al menos aparentemente. Estaba perfectamente hasta poco después de mi boda. En cuestión de un par de semanas pasó de estar aparentemente bien a que su cerebro se cortocircuitara y revelase una demencia senil galopante. Y tan galopante que a lo sumo en un mes ya estaba prácticamente en coma. Poco antes, entre mi hermano y yo ayudábamos a pasarlo de una silla a la cama y ya ni hablaba y apenas se movía.

Sé positivamente que no soy inmune a las emociones, pero también sé que, como todos, no las siento igual que otras personas de mi alrededor, pudiendo, en general, ver una situación de forma mucho más fría. Como digo, yo, ataviado con ropa de jugar al fútbol del jueves y mi hermano, convaleciente todavía de un esguince que se produjo en un partido del martes a las 8, lo movimos. Obviando a mi hermano que, por su trabajo, es normal que esté insensibilizado, yo lo hice sin pestañear, como si ayudara a mover un trozo de carne y no a un vecino con el que he hablado cientos de veces y al que saludaba cada semana cuando volvía a casa de mis padres. Las conversaciones se iniciaban, inevitablemente, con la siguiente pregunta:
¿Y el guardaespaldas, dónde lo has metido?.

Con "El guardaespaldas" se refería a mi hermano y yo siempre le decía que lo dejaba en la casa durmiendo o jugando o lo que fuera. Hacía ya tiempo que había dejado de preguntarme por "los millones" que yo ganaba. A pesar de todo yo alguna que otra vez le sacaba el tema y le decía cosas como que si necesitaba dinero para pagar el seguro de la comunidad o cualquier obra (él era el presidente), me lo dijera que en ese momento llevaba calderilla.

Teniendo en cuenta todo este trato, pensé que debía haberme resultado más difícil aquella labor. Algo así, aunque en menor intensidad, por supuesto, como a sus hijas a las que se les intentaban escapar las lágrimas al ver a su padre inmóvil en la cama. Pues no, y sin embargo, soy capaz de llorar con una película que no es más que mera ficción o siendo niño lloré desconsoladamente el día que me di cuenta de lo que significaba que alguien estuviera muerto y que, en concreto, jamás iba a poder ver a mi abuelo que murió un año antes de nacer yo.

No es que me sienta mal por ello, es simplemente que me siento curiosidad por saber por qué y en qué circunstancias somos así. Dicen por ahí que puede ser simplemente porque no es ni el momento ni el lugar. Ese es el momento y el lugar de no reconocer a la persona con la que has hablado tantas veces sino al trozo de carne que tienes que trasladar. Y esas emociones reprimidas son precisamente las que salen al ver Titanic. Sería algo que hemos ido aprendiendo generación tras generación. La verdad es que tiene sentido que así sea. Al fin y al cabo no somos más que un subproducto de la evolución, a no ser que seamos creacionistas :-).

Precisamente empalmando con la religión, el otro día, no sé si antes o después de que fuera a la correspondiente tanatosala, pensaba yo en escribir en el blog algo sobre la reencarnación. No recuerdo ahora mismo cómo empezó todo. Quizás debió ser en alguno de los viajes en coche de aquella tarde, quizás debí pensar que todo el mundo tiene que afrontar en un momento dado la posibilidad de estar cara a cara con la muerte. O al menos de estar viéndola por el espejo retrovisor. Evidentemente si me pasara a mí ahora, sería una gran putada. Joven, recién casado, en posiblemente el mejor momento a nivel personal ... pero me gustaría pensar que lo afrontaría moderadamente bien. Bueno, ya sé cómo empezó todo. Empezó con este interesante vídeo
http://www.clarin.com/shared/v8.1/swf/fullscreen_video.html?archivo=http://videosfla.uigc.net/2008/07/29/rp.flv. Una vez visto, hay poco más que explicar.

Reflexionando sobre la muerte de mi vecino, el vídeo y demás, llegué a pensar sobre la reencarnación. Yo creo que ahora soy esencialmente agnóstico y añado lo del esencialmente porque en su momento no lo era y veo complicado desligarse completamente de una creencia así. El caso es que el agnosticismo me hace pensar que me da igual si hay algo después de la vida (mejor que de la muerte), creo que hay que intentar que el mundo cuando te vayas sea un poquito mejor y ya está. De hecho nunca lo había pensado así pero realmente habrá vida después de nuestra vida. Otra cosa es que nosotros la vivamos de alguna forma o no. Alguien que crea en la reencarnación diría que sí.

En este sentido, siempre me ha llamado la atención que la gente que dice haberse reencarnado y recordar cosas de aquella vida mediante hipnosis, normalmente dice haber sido Napoleón (estoy exagerando) o similar en una vida anterior. Pocos dicen haber sido alguien sin ningún tipo de oficio, vagando por las calles de una incipiente ciudad o un esclavo o una prostituta o un lisiado que malvivía o un obrero que trabajaba 16 horas diarias o ... pero teniendo en cuenta el ritmo de crecimiento de la población mundial es cuando mínimo cuestionable no solo haber sido un personaje famoso sino simplemente haber sido:
http://es.wikipedia.org/wiki/Poblaci%C3%B3n_mundial

Precisamente esta mañana lo pensaba durante una parada del partido de fútbol. ¡¡¡Qué suerte tenemos de haber nacido en este lugar y este tiempo, todo a la vez. Tenemos cientos no, miles de parabienes y ningún motivo para quejarnos. La sola posibilidad de tener tiempo libre para poder correr detrás de una pelota es, con mucho, para darse con un canto en los dientes.

Un saludo, Domingo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Las novedades vienen de Bratislava

Quizás sea porque mi amigo Vlado viene este domingo a pasar un par de semanas a España pero últimamente estoy recordando cosas de mi estancia allí. Primero fue lo de jugar con la comida, luego y relacionado todavía con la comida, una cena de cumpleaños en la Pizzería Bellavista o Pizzorante Bellavista.

¿El resultado? pues bien, bella vista, sin duda y lo demás pues aceptable. Las pizzas eran baratas, aceptablemente buenas y la música en directo, a veces, prescindible. Por lo visto tienen otros artistas que además de cantar son divertidos. En este caso la chica que cantaba no desentonaba pero su voz tampoco decía nada y, lo peor de todo con diferencia, la musiquilla de órgano con las bases (o como se llame eso) de fondo. Ahh y excesivamente oscuro, hasta que encendieron una vela que duró dos minutos, había que ayudarse del luminiscente móvil.

¿Y qué tiene esto que ver con Bratislava?. Pues muy simple, en una de las paredes del aparcamiento tienen dibujada una copa del mundo y las fechas, cuatro, en que Italia ha sido campeona. La última, 2006, la final del famoso cabezado de Zidane a Matterazzi. Por supuesto no estaba inscrita la fecha del 2010. En primer lugar porque ganó la selección española y en segundo porque Italia quedó eliminada en primera ronda por .... ¡¡¡Eslovaquia!!!.

Y lo último que me ha recordado a Bratislava recientemente es la canción de Milow, Ayo Technology. Ahora parece ser que está volviendo tras haber perdido algo de fuerza. De hecho, la situación ahora es parecida a la que vivía yo hace un año en las idas y venidas entre Bratislava y Viena. Las radios eslovacas emitían con inusitada frecuencia la canción. Una canción pegadiza, catchy que diría un inglés. Una canción de la que no entendía nada salvo lo de Technology.

Yo pensaba que se trataba de algún cantante local y su respectiva canción del verano. A pesar de todo, a veces quería entender en la canción algunas palabras inglesas. Todavía no sé si lo que sonó desde el principio fue la canción en inglés o en otro idioma, posiblemente neerlandés ya que el chaval es belga. Tanto me gustó la canción que la busqué en Spotify con gran dificultad porque quién iba a saber cómo se escribe Ayo. Encontré la versión original de 50cents aunque no recuerdo nada de ella y he leído por ahí que no tienen nada que ver. Al final, llegué a la versión de Milow, que además sorprendentemente es del 2008, no del año pasado.

Y así estuve yo escuchando la canción unos meses hasta que un día, al llegar a España, me encontré con que la habían puesto de fondo en algún programa, posiblemente de mi nunca suficientemente poco estimada programación de Telecinco. Y me alegré. De ahí pasé a escucharla en otros sitios, sobre todo en la radio. Poco a poco dejé de escucharla hasta que, ahora, parece que la están volviendo a poner. Así que, en cierta forma, yo traje la canción a España :-).

Y aquí enlazamos con el título de la entrada. Hace años, un compañero de trabajo me contaba cómo escuchó una canción con unos amigos de la universidad. Él les comentó que ya la conocía, que la había escuchado en Ronda. Los amigos, universitarios y por tanto humanos, aprovecharon para no tener que inventar ninguna broma durante un tiempo. En caso de necesidad, la frase de turno era ... "claro, como en Ronda se estrena todo antes que en Málaga" o "normal, los estrenos prácticamente siempre los hacen en Ronda".

Yo no he tenido nadie que haga burlas similares pero, en cualquier caso, las aceptaría gustoso. No en vano la canción la escuché por primera vez viajando en Mercedes desde Viena a Bratislava o viceversa.

Un saludo, Domingo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Jugar con la comida

Jugar con la comida ... es precisamente lo que se le dice a los niños que no deben hacer. Yo no recuerdo si de niño lo hacía, pero sí es cierto que ahora, de vez en cuando, lo hago.

Todo empezó en Bratislava hará poco menos de un año. En el autoservicio en el que comíamos con frecuencia aquel día pusieron algún tipo de sopa espesa/puré que no recuerdo qué llevaba. Si no recuerdo mal, también era increíblemente barata, más incluso de lo que solían ser allí los platos (unos 4 euros el menú sin bebida ni postre). Pero no la elegí por eso, la elegí porque me gusta probar cosas nuevas, sobre todo si estoy en un país que no es el mío. Bueno, esto último podemos obviarlo, aquí también lo hubiera hecho; me gusta probar cosas (quizás dejémoslo en platos) nuevos.

El caso es que antes de Bratislava no solía jugar yo con la comida pero en el último año, contando con esa vez, lo he hecho al menos tres veces. Si Bratislava fue la segunda, la tercera fue una vez ya casado. Había un plato de puré de patatas al que, a base de golpes de tenedor, torturé hasta conseguir hacerle sonreír. Vamos que dibujé otra carita al estilo de la que había dibujado en Bratislava. Esta cara además tengo que reconocer que me quedó un tanto asiática; muy asiática, diría yo, con los ojos rasgados.

Y la tercera fue el otro día, uno o dos días antes de mi cumpleaños debió ser. Me encontraba de nuevo con un plato lleno de maleables hidratos de carbono . Pero esta vez me supo a poco. Envalentonado, quizás, por mis dos éxitos anteriores esta vez un espíritu creativo me poseyó y, cuando vine a darme cuenta, esto es lo que había encima de la mesa:
.


Que aproveche.

Un saludo, Domingo.

viernes, 20 de agosto de 2010

La cigarra y la hormiga

No, esta entrada no tiene nada que ver con el famoso cuento. De hecho no tiene nada que ver con la cigarra, tan solo con las hormigas. Bueno, con las hormigas y otros seres vivos que pululan por mi casa.

Empezando con las hormigas, mi relación con ellas, que yo recuerde, arranca en la explanada que hay a la entrada de mi colegio de EGB. Allí nos íbamos (o nos llevaban) a jugar cuando éramos niños y no tan niños. No recuerdo la edad que tendría yo pero sí recuerdo que había un charco y, cerca, una hilera de hormigas. Entonces, movido por mi curiosidad científica, les acerqué una tablita o un palito estrecho al que no tardaron en montarse para cruzar al otro lado. Una vez montadas, levanté la grúa y quedaron presas en el improvisado ascensor. No sé si convertí la grúa en colchoneta de playa o si simplemente le di la vuelta y la metí en el agua, dando a las hormigas un refrescante baño.

Ya para aquel entonces tenía yo conciencia de la muerte y no recuerdo si de la muerte de los animales. Puede que sí, puede que ya hubiera pasado el episodio de los cachorros que tuvo la perrita que primero fue de mi tío y luego de mi abuela. Y también puede que fuera antes de que usara mi lupa con moscas muertas. En cualquier caso, yo sentía curiosidad por saber si las hormigas se morirían o no bajo agua. Las dejé un tiempo prudencial o al menos lo que un niño pensaría que es un tiempo prudencial. Cuando acabó el plazo establecido, di la vuelta a la tablita y allí estaban las hormigas más anchas que largas.

Y ... no recuerdo más acerca de las hormigas. Eso hasta que me las volví a topar aquí en la casa. El año pasado ya hicieron acto de presencia y organizaron una romería hasta el mandarino. La romería paró al espolvorear el camino que ellas solían seguir con algún compuesto químico ideado a tal efecto. La verdad es que fue mano de santo. Sin embargo este año no ha funcionado. Este año han salido, están saliendo y saldrán de todas partes. Quizás por las lluvias de la primavera, quizás porque la jardinera tiene flores que se riegan con frecuencia ... no lo sé. El caso es que a veces el espectáculo llega a ser "asqueroso". Lo entrecomillo porque no es una palabra que suela usar con frecuencia, pero ahora mismo no se me ocurre otra mejor.

En particular, cuando cae la noche, a ellas les suena el despertador y salen a trabajar como locas. La hora punta varía, si es que lo que yo veo es una hora punta, pero en realidad da igual porque, al revés que nuestras autopistas, las suyas no se colapsan. Y entonces es cuando yo empiezo, zapatilla en pie, a convertirme en el vengador hormiguero. El Vengador Hormiguero, podría ser un buen título para la entrada, pero para cambiarlo tendría que rehacer el inicio y ahora mismo no tengo ganas.

Y el Vengador Hormiguero, un tipo nada ecologista, hace lo que el niño no hizo, mata hormigas y cuantas más y más grandes mejor. En esas horas punta es posible asistir a la muerte natural de 20 ó 30 hormigones armados. Es muerte natural porque cuando un tipo de casi 90 kilos las pisa, es natural que mueran. Aunque es más que frecuente que se hagan las muertas y, al rato, las ves otra vez moviéndose, ignoro si con lesiones de gravedad o no. Pienso también si no sería más humanitario asegurarme de que no sufren, pero entre que no podría ser humanitario de ninguna forma y que en esos momentos solo pienso en lo incómodo que me resulta ver hormigas por doquier ...

Mi récord como Vengador Hormiguero tuvo lugar hará un par de semanas. Había echado en el patio un líquido que prometía convertir el resbaladizo patio en algo antideslizante. Parece ser que lo consiguió, al menos en parte. Pero también parece ser que el líquido excitaba a las hormigas "gordas" sobremanera. Estaba echando el agua para quitarlo (es un producto ácido) cuando veo una marea negra de hormigas que salían desaforadas de un agujero del que ya me había percatado. Lo que fuera tendría que ser tremendamente atrayente o repelente. Creo que más bien lo primero. Ahí el pesado pie de la ley cayó sobre ellas.

Eso hablando de las grandes que por un lado tengo entendido que solo son fuerza bruta con escaso intelecto, a pesar de que desde fuera parecen las reinas del mambo. Las pequeñas, muy superiores en número, están casi por doquier y, si bien es más raro que mueran aplastadas, sí que caen víctimas de los productos químicos. He probado ya varios insecticidas. Algunos de ellos son lacas que, supuestamente, duran un año. Luego ves a las hormigas cruzar el que debía ser marco infranqueable de la casa y te acuerdas de los ancestros del bote y de los euros que te has gastado en ellos. Aunque es cierto que la mayoría de los sitios sí funcionan.

De hecho, con las hormigas se puede experimentar algo parecido a lo que pasa cuando un perro corta un nudo gordiano. Tú echas el producto repelente c.p.d.d. (casi por doquier derecho) y las hormigas dejan de pasar por ahí (muchas mueren en el acto) instantáneamente. Eso sí, a la hora siguiente posiblemente están entrando por la izquierda. Luego echas en la boca del agujero del cual salen y ... encuentran otro agujero. Tapas con cemento tapajuntas todos las malas terminaciones que puedas ver en los azulejos y, al rato, ya sabes dónde hay más.

Pero volviendo a la idea inicial de la entrada, es curioso que tenga en tan poco aprecio a la vida de las hormigas cuando sí se lo tengo a otros bichos. Por ejemplo, en la jardinera "aparecen" unos caracoles que yo no había visto hasta ahora. Yo conocía al caracol de toda la vida, pero aquí tengo este otro tipo. Sé que en algún momento de mi niñez comía los caracoles que guisaba mi abuela, pero también sé que llegó el momento en que no quise hacerlo, posiblemente porque me daban mucha pena. Pues bien, algo de eso debe quedar ahora porque en vez de aplastarlos como haría con las hormigas, recojo todos los que aparecen y los suelto en un descampado cercano o, a lo sumo, los echo en una bolsa de la basura a la que hago agujeros para que puedan salir. Sí, puede ser que no salgan y que, con el sol, sufran una muerte mucho más dolorosa que un simple pisotón, pero a todos nos gusta comprar un poquito de conciencia tranquila y yo no soy una excepción.

Siguiendo con el resto de seres vivos que veo por mi patio, mención destacada merecen las lombrices gigantes de la jardinera. Al principio me asusté hasta que leí que eran señal de que la tierra estaba bien cuidada. Aunque sobre todo temí porque aparte de las lombrices normales, encontré un auténtico "gusanito" del tamaño de los de las golosinas. Ese reconozco que también lo maté. Las lombrices no, incluso cuando pensaba que podían ser malas, aunque quizás porque eran muchas y hubiera servido de poco.

Y, por último, en el patio están también los perros. Perros que se portan a veces bien, mal o regular. Perros a los que llegado el momento puedo coger, como sus madres, por el lomo, porque sé que no les hago daño, o a los que puedo dar un tortazo porque se vuelven locos y, con la emoción, acaban saltando e intentando incluso morderme. Si me hubieran preguntado hace unos años, posiblemente hubiera dicho que llegado el momento no actuaría como he actuado y actúo con los animales. Sin embargo, uno cambia de opinión cuando se trata de un animal al que debes educar o simplemente que se está comiendo tus flores.

Quizás, el ejemplo más claro de reacción imprevista ocurrió ayer. Veníamos por una carretera local, de noche, cuando una serpiente no muy grande apareció sobre el asfalto, aprovechando el calor del mismo. Creo que no la pisé pero, incluso si lo hice, no tengo muy claro que hubiera sufrido daños serios. Todavía con el medio susto, de repente, un gato se internó en la carretera y se quedó quieto delante del coche. Tuve que dar un frenazo, apartarme hacia la derecha a escasa distancia de la cuneta con el fin de que, movido por el susto el gato continuara hacia la izquierda. Cuando el coche se detuvo y vi que no había pasado nada (no había escuchado ningún golpe) exclamé ... "¡¡¡Hijo de puta el gato, tenía que haberlo atropellado!!!". Mi mujer se escandalizó, por lo inaudito del tono y el contenido de mi comentario.

Entonces tuve que explicar que en realidad era porque había reaccionado mal. No debía haberme ido hacia la derecha porque a poco que diera un volantazo o no hubiera calculado bien eso hubiera supuesto acabar en la cuneta con cuantiosos daños materiales, en el mejor de los casos (como se intuye, incluso en mi explicación no estimé en mucho la vida de aquel gato). Lo ideal hubiera sido continuar recto y, en caso de atropello, incluso aunque eso hubiera supuesto daños en el coche, nuestra seguridad se habría visto menos amenazada. Afortunadamente no hubo ni una cosa ni otra y el pobre gatito, que tampoco tenía culpa de no haber asistido a la autoescuela ni de que alguna autoridad competente decidiera hacer una carretera por donde antes había solo campo, debe estar por ahí cazando ratones o calzándose botas de siete leguas. Y con una entrada capicúa en cuentos, aprovecho para decir: colorín, colorado ... esta entrada se ha acabado.

Un saludo, Domingo.

sábado, 14 de agosto de 2010

Vencido por un perro

Vencido por un perro ... bueno dos. Así me sentí el otro día. Entre la entrada de la casa y lo que debería ser el aparcamiento, hay un sitio ideal para poner algún tipo de puertecita que impida pasar a los perros de un lado a otro, cuando así lo estimes oportuno. Ya me había advertido mi mujer de la inutilidad de tal puerta pero yo no la quería exactamente para eso, quería algo que fuera temporal, ligero, de quita y pon, solo para las ocasiones en que pudiera ser necesario. Por ejemplo, cuando me pongo con ellos a intentar hacer como que los adiestro o cuando llega alguien y ellos se ponen a "hacerles fiesta" sin saber si a la visita le gustan o no los perros.

Esto es la versión libre de lo que pasó. Quizás solo es lo que recuerdo, quizás lo que quiero recordar o quizás simplemente lo que pudo haber pasado. El caso es que la semana pasada decidí que iba a meterle mano a esa valla temporal. Fui al Bauhaus, compré la maderita, pedí que me la cortaran con la medida que yo quería y, a falta de tener que hacer algún retoque, me la llevé. Allí empecé a atornillar las bisagras y, cuando ya tenía dos de los tres trozos, decidí que era hora de dejarlo. Otro día acabaría.

En esto llegaron los perros con su dueña y, los tres, me miraron fijamente a mí, luego a las maderas que había por allí en medio y sacudieron la cabeza al unísono con la ya conocida expresión de ... "este tío está loco". No me dejé desmoralizar, expliqué que era una obra inconclusa pero que incluso así podía resultar de utilidad.

Puse las dos maderas en ángulo de forma que no se cayeran y, a la vez, diera la sensación de ... "por aquí no se sube". Fue hacer esto y la perra dio un saltito hasta el escalón que debía cubrir la tercera madera y pasó al lado del otrora temible obstáculo. Esto causó otra reacción en cadena de canes y dueña que reían de forma desaforada.

Herido en mi orgullo, coloco la tercera madera cortando definitivamente el paso por ese lado cuando el perro (que no la perra) pasó de estar sentado a dar un salto, sin esfuerzo alguno y apoyándose en la jardinera cruzó al otro lado. Tocado y hundido.

Bueno, la verdad es que sí que hay algo de dramatización en este último punto. En realidad esa parte no sucedió así. Esa parte había ocurrido uno o dos días antes. Mientras mi mujer entraba con algunas cosas, yo sujetaba a los perros para que no se saliesen. La perra, muy nerviosa, no hacía más que intentar escaparse. Él en cambio, muy tranquilo, esperaba pacientemente sentado sobre sus caninas posaderas.

Tal paciencia me tocó la fibra sensible y decidí que, como premio, lo desataría para que esperara allí, a mi lado, pero desatado. Y dicho y hecho, quito el mosquetón del arnés y, sin mediar provocación, se produce lo que antes comentaba, sin esfuerzo alguno, da un salto, se encarama a la jardinera y pasa al otro lado. Me sentí traicionado :-(.

Aunque, en ambos casos, lo de menos que te sientas o no traicionado por un animal que además no ha hecho nada malo. Es ver cómo un animal corta el nudo gordiano sin esfuerzo alguno. Es decir, desde la propia concepción de la puerta, yo quería que fuera algo de quita y pon, solo para momentos puntuales que les comunicara algo así como ... está puesta la puerta, os tenéis que estar muy quietecitos. Por contra, décimas de segundo después me encontraba perplejo, como si los millones de años de evolución hubieran tratado mejor a aquel canis vulgaris que a mí.

Pero bueno, afortunadamente yo ya he superado ese terrible golpe que el destino me había deparado mientras que él no ha terminado de superar su éxito. La psicología canina es muy interesante. La perra que salta escaleras pero no jardineras es la madre del rabicorto, casi inexistente, canis vulgaris. Ella es una líder nata. Es muy curioso porque en general suele ser muy tranquila mientras que el hijo es un manojo de nervios. Pero llegado el momento, las personalidades se truecan por las auténticas. Ella es la líder, ella es la que quiere mandar en la casa. Puede tener gestos hacia ti como estarse quieta para que le pongas el arnés pero, una vez puesto, ella es la que manda ... o lo intenta.

Él en cambio es puro nervio, no se sabe muy bien si intenta ayudarte a que le pongas el arnés o a que no se lo pongas pero, una vez atado es absolutamente sumiso. Si los llevas dejando la formación a su buen albedrío, será invariablemente esta: Perra - Humano - Perro. De él a menudo hay que tirar porque no quiere avanzar, casi se paraliza. De ella, a menudo hay que tirar para que sepa que sus esfuerzos son vanos pues no va a liderar el paseo, dicho en terminología de César Millán.

Cuando vas con los dos y empiezas a correr, ella es muy competitiva e intenta como mínimo alcanzarte. Y, en todo caso, siempre delante del hijo. El hijo en cambio, que es un puro amasijo de músculos y fibra, no corre, se limita a caminar rápido con cierta desgana. O incluso, el otro día les daba de comer y él parecía esperar la aprobación o como mínimo la ocupación de la madre antes de empezar él. Si les echaba un trozo de carne entre los dos, más cerca de él incluso, ese sería indudablemente para la madre.

Quizás sea amor de hijo. Quizás su personalidad natural. Quizás falta de adiestramiento. Así que nada, mientras pienso en el adiestramiento que debería darles y no les doy y mientras descanso del fútbol un par de semanitas a ver si la rodilla vuelve por sus fueros, tendré que ver dónde escondo la, por ahora, inservible puerta :-).

Un saludo, Domingo.

sábado, 7 de agosto de 2010

Plantar un libro

No sé si debería empezar con el juego de palabras de: plantar un libro, escribir un niño, tener un árbol o alguno similar. Y como no sé si debiera pues así empiezo y ya está.

Un compañero de trabajo, al que no conozco mucho, tenía un blog con una imagen donde aparecían tachadas las cosas que había conseguido: tener un hijo, plantar un árbol, escribir un blog (en vez de libro, claro está). Así que, puestos a ampliar la frase original, yo me he permitido también alterar el orden de los verbos y no solo eso, también analizar qué es lo que queda.

Plantar un libro: ciertamente no tiene mucho sentido. Como mucho, escribir uno y que resultara ser de cierto éxito. Según Google, actualmente hay (no sé si el número irá cambiando periódicamente) 129.864.880 libros publicados, entendiendo como libro ese ente abstracto con cuya concretización física a base de celulitis, digo celulosa, nos pasamos las horas y las horas.

Pues bien, de esos casi 130 millones de libros, ciertamente alguno habrá bueno y, sin que una cosa tenga que ver con la otra, alguno será leído masivamente. Como los árboles, algunos de esos libros pueden llegar a tener varias centenas de años y estar todavía en plena forma. Otros, en cambio, será por el exceso de riego, por la falta de abono o simplemente porque la tundra siberiana no les viene bien, morirán, o casi, al cabo de unos pocos años.

Tener un libro: Ahora con las versiones digitales ya no está tan claro lo que es "tener" un libro. Creo que Amazon había sacado una nueva versión de Kindle por unos 100 euros. Yo por ahora seguiré talando árboles o al menos leyendo los ya talados. Aunque, en un futuro, ¿quién sabe?.

Escribir un libro: Un blog no es un libro ... ni se le parece. Ya he comentado que me gustaría alguna vez recopilar este y, sin duda, un libro sería el formato más adecuado. Eso sí, libro de papel, para libro digital ya está el blog ... digo yo. Así que escribir un libro está todavía en el debe (o en el haber, según se mire). La verdad es que no me considero actualmente capacitado para escribir un libro. Al menos no para escribir un libro que me gustara leer. Cuando he escrito cualquiera de los mini-relatos, incluso cuando escribo en el blog, una buena parte del tiempo se va en documentación. La ventaja de saber, en general, buscar es que llegado el momento puedes salir del apuro. Sin embargo, no es en absoluto comparable a "saber" a secas.
¿Y se puede escribir un libro sin tener que llevar a cabo una labor de documentación encomiable?. Pues supongo que sí. De hecho, una compañera de trabajo escribió uno, aunque no sé cómo es. También es cierto que ella usó las bajas maternales para ello. A pesar de todo, 8 meses cuidando a dos niños se me antoja muy poco tiempo para escribir un buen libro.

Volviendo al tema, muchas veces me encuentro a mí mismo buscando alguna idea que me pudiera servir para un hipotético futuro libro y todo me parece muy trillado. El otro día sí que se me ocurrió una algo más original pero que no tengo muy claro que gustara a todo el mundo. En general la gente no suele gustar de la recursividad aunque hay bastantes obras, incluso alguna de cine que se atreve. Por supuesto la mayoría me gustaron mucho.

Plantar un árbol: teóricamente es la más fácil aunque tampoco es que sea trivial. ¿Dónde plantas un árbol? ¿qué árbol plantas, qué cuidados necesitas, usas semillas, plantones ...?. Yo estoy por plantar uno, cuando tenga hijos, intentar plantarlo usando semillas y que ellos vean su evolución. ¿Dónde?. Eso ya lo hablaré con mi mujer aunque una opción es empezar en la jardinera y acabar donde sea.

Tener un árbol: Eso sí que lo tengo ya. Más concretamente es un "naranjo" que da "kilos y kilos" de mandarinas. O al menos eso decía el anterior dueño. Bromas aparte, no aptas para neófitos, creo que será verdad. El mandarino está cargado este año y me da que me voy a hinchar ;-). También tengo otro árbol, el bonsái que parece cualquier cosa menos un bonsái. Hay que ver cómo le ha sentado el cambio a la jardinera al "jodío". Las ramas son larguísimas y más que se van a hacer. Cuando me toque podarlo me va a dar algo. Llegado el momento no sé si lo dejaré en la jardinera o lo trasplantaré a algún lado.

Escribir un árbol: Eso nunca lo he hecho. Como mucho no sé si alguna vez, de niño, habré lesionado alguno para ver cómo le salía la resina. De mayor, no es que haya lesionado pero sí que he podado ligeramente el mandarino. Ahh, y el bonsái. Que se me había olvidado en el apartado anterior y procedo a añadirlo.

Plantar un niño: Bueno, si lo consideramos como el paso previo a tenerlo, sin duda no me queda sino aprender de los amigos que últimamente están quedando embarazados. Ya les preguntaré a ver qué están haciendo :-O. Aunque uno me dijo que lo consideraba una lotería, que
él "metía" y esperaba a ver si le tocaba. Parece ser que sí que le ha tocado, esperemos que todo vaya bien :-). Otros en cambio dicen que no es necesario "buscarlo", que basta con dejar que te "encuentre". Claro que pasándolo al argot "silvítico" (silvicultural, silvicultúrico o simplemente selvático) más que plantarlo sería "plantearlo" :-).

Tener un niño: Todo llegará ...

Escribir un niño: Sí, eso me falta, todavía no lo tengo y voy a empezar a buscarle tatuajes ... Aunque, ahora que caigo, si a diferencia de su padre está preocupado por la caída del cabello, le aconsejaré que se tatúe una buena melena :-P.

Un saludo, Domingo.