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jueves, 9 de septiembre de 2010

Tanto te doy, tanto vales

Tanto tienes tanto vales, se ha dicho siempre. Es una forma de valorar a la gente, triste, pero popular. No solo eso, por muy bien que estemos, solo necesitamos ver a otra persona que está mejor para que nos pongamos a hacer cábalas o simplemente se nos vaya momentáneamente la cabeza deseando tener algo más de lo que tenemos. Esto, no es necesariamente malo. Más bien al revés. Es más que legítimo querer prosperar en la vida pero ni conviene obsesionarse con ello ni está del todo claro que sea bueno desear algo que no te aportaría más de lo que ya tienes.

Estos sentimientos encontrados los tengo cuando, de vez en cuando, salgo a pasear al perro-gato y a su madre por alguna de las zonas residenciales que están cerca de mi casa. En esas zonas, es fácil encontrarse desde adosados como el mío, peores diría yo, con un cierto aspecto a "adosado-colmena" hasta casas majestuosas. Y en medio se pueden ver pareados o chalets con sus zonas verdes, sus piscinas o, directamente, una cierta extensión de campo.

No puedo evitar pensar entonces en que, hace 20 años, me hubiera podido permitir algo así. Hoy en día es poco más que una utopía. Es más, paguemos primero la hipoteca que luego, con 60 años, ya habrá tiempo de ver si te quedan ganas de cambiar de casa :-). Pero tampoco puedo evitar pensar que el 90% por decir algo, de las personas, tiene que arreglárselas en un piso, posiblemente pequeño, en una abarrotada ciudad. Yo mismo había vivido siempre en un piso y tenía como ilusión poder vivir en una casa. La ilusión, afortunadamente, pudo hacerse realidad.

Así que ... "Tanto tienes, tanto vales", aunque no sea este precisamente el título de la entrada. El título tiene relación con una entrada anterior sobre la empresa privada, o al menos la mía. En la empresa, cada año hay un proceso de evaluación que desemboca en un "proceso económico" que es el que decide cuánto dinero se le sube a cada persona. Por lo que he podido ver, el proceso en otras empresas es bastante similar por lo que cabe esperar que las consideraciones que voy a hacer, también les sean aplicables.

Para no extenderme mucho, digamos que lo que se hace es agrupar a las personas de una misma categoría según el rendimiento del año, formando los siguientes grupos:
Por debajo de lo esperado.
En lo esperado.
Por encima de lo esperado.
Sensiblemente por encima de lo esperado.

Y luego ya, cada persona, tiene una subida salarial que se supone que es más o menos similar que la del resto de personas del grupo, aunque no siempre es así.

Cuando ha llegado ese momento, siempre se nos ha comentado que no digamos nada, ni sueldo ni grupo ni nada. Evidentemente es algo que no contribuye a crear un buen ambiente porque todos pensamos que somos mejores que los demás o al menos que la mayoría. También evidentemente, la gente no hace caso. Yo, casi siempre he hecho caso. Más que nada porque he considerado que lo que cobre el de al lado no me incumbe. Si cobra más que yo, pues algo habrá hecho, aunque sea irse de cañas con el jefe. Si esas son las reglas del juego y lo juega mejor que yo ... pues ya está.

Pero, también he dicho casi siempre que la comparación es buena porque te permite saber lo que piensa la empresa de ti y de tu trabajo. Prácticamente todas las cosas de la vida no son cosas buenas o malas sino mejores o peores. Y creo que es justo saber qué opinión "real" tiene de ti la empresa porque la opinión "oficial" se reduce a un papelito hecho con prisas en el que se suelen decir muchas trivialidades. En cambio el sueldo y el grupo son dos cosas objetivas e incluso significativas.

Hasta hace dos años, mi opinión sobre la opinión que la empresa tenía de mí era que me valoraba. Unas veces un poquito más, otras un poquito menos pero pensaba que mi trabajo era reconocido y/o recompensado. Hace dos años sentí cómo se debilitaba el "amor" que me profesaban. Lo achaqué a una circunstancia puntual, primer año en la categoría actual y alguna que otra cosa más. Pero a pesar de todo, tampoco es que fuera preocupante. Llegó el año pasado y entonces sí que me preocupó más.

No en el tema del sueldo, la verdad, porque el año pasado todos o prácticamente todos vimos nuestro salario congelado. Sino en términos de reconocimiento. No sentí que mi trabajo fuera reconocido, incluyendo el esfuerzo personal que supuso el que me mandaran 5 meses a Bratislava. Y este año, de reconocimiento nada. No han tenido en cuenta Bratislava y supongo que sí que han tenido en cuenta otra serie de cosas.

No es algo que me haya pillado por sorpresa. Ni mucho menos. Además, si se ve el cuadro con un poco de perspectiva hasta podría encontrársele una razón y una buena razón que redundaría en mi propio bien personal. Lo que ocurre es que no sé si el motivo pudiera ser ese u otro y tampoco tengo claro que me lo vayan a decir. En cualquier caso, sea de una forma o sea de otra, la verdad es que es una decisión que no me ha afectado, posiblemente por lo asumida que la tenía. Y no solo eso, esa sensación de desapego por parte de la empresa no es algo nuevo. También se produjo hace años y luego las cosas se recondujeron. El trabajo en una empresa no deja de ser parte de la vida de uno y como todo en esta vida, es susceptible de dar cambios bruscos. Un cambio brusco, por ejemplo, es que, antes de ayer el perro-gato no tenía cita cita para ser castrado, pero ya ayer sí. Esperemos que, con eso, podamos estar todos más tranquilos.

Un saludo, Domingo.

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