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sábado, 12 de junio de 2010

El otro viaje

Ayer fuimos a ver las fotos del álbum de boda y la verdad es que el Paint Shop Pro o el Photoshop o como se llame el software que utilicen está muy bien. Una vez que tengamos el álbum y colguemos algún cuadro ... ya faltará menos para tener la casa terminada. Tampoco es que falte mucho, pero sí algunos de esos retoques que faltan en cualquier sitio, sobre todo si solo llevas viviendo un mes allí.

Y es que realmente hace poco más de un mes que volvimos de Roma y escaso mes y medio desde que empezó "el otro viaje". Muchas de las personas que me encuentro me preguntan lo lógico, que qué tal todo, si todavía nos aguantamos y esas cosas. Le llevaba yo algo para comer el otro día a mi mujer y mi cuñado el otro día me decía que eso pasaba pronto. Y es lo más probable, todas las cosas que pasan a toda la gente son susceptibles de pasarte a ti y más temprano que tarde.

En cualquier caso, el "otro viaje" empezó muy bien y, por suerte (malo sería si no fuera así), todavía sigue así. Me lo había prometido y posiblemente este es el momento de empezar a pagar la promesa. El día de la boda empezó conmigo levantándome a casi la misma hora de siempre, poniéndome el traje, cogiendo el centro de flores, que no manchaban porque la florista había cortado lo que podía manchar. Nos metimos en el coche del novio, que era el de mi tío y pusimos rumbo al lugar donde iba a celebrarse la ceremonia. En el camino mis tíos y mi madre hablaron, como no podía ser de otra forma, de mi otro tío, el que murió el año pasado. La verdad es que en ese momento las lágrimas intentaron jugarme una mala pasada, pero al final se lo pensaron mejor y se contuvieron.

Llegué a la hora prevista y allí estaban esperando los fotógrafos. Les dije que esperaran que tenía que llevar el paño para la mesa/altar y el centro de flores. Los dejé, saludé a los amigos que estaban ya por allí, escuché a alguien que posiblemente era una tía de mi mujer decir algo así como :"hoy está Juanjo, eso van a ser 10 minutos". Me alegré pues hasta entonces cabía la posibilidad de que fuera el alcalde y su hora de ceremonia. Volví sobre mis pasos para, junto a mi madre, hacer el paseíllo de entrada. Cientos de fotos a diestra y siniestra, intentando en cada momento mirar a la cámara que iba a disparar (aunque da igual porque luego aprovechan las fotos donde miras a otra parte para hacer montajes).

Una vez acabado, yo creo que no tuve que esperar mucho, prácticamente nada (nos habían dicho que fuéramos puntuales) para verla aparecer. La verdad es que no reconocía el vestido pero tampoco esperaba hacerlo pues yo tengo muy mala memoria para eso y había visto un dibujo o una foto hacía un montón de meses. Luego mi mujer, o la que en unos minutos lo sería, apareció. Estaba realmente guapa y parecía llevar algo así como extensiones, aunque no lo eran, era su pelo natural.

Llegó dando su paseo y una vez allí, visto que no había otra cosa más que hacer, nos casamos. Y nos casamos en lo que realmente puede llamarse "una boda relámpago" porque el ceremoniante debía tener prisa (o quizás era así, tal como había escuchado antes) y fue todo un visto y no visto. Un par de intercambio de palabras, la lectura de otro par de artículos del código civil, los anillos que aparecieron sin problema, intercambio de los mismos y ... "podéis besaros".

Así que ya está; tanto tiempo de preparativos (tampoco tanto), tantas prisas, tantas obras en la casa y en 10 minutos escasos ... pero no voy a ser yo quien se queje, si hubiera tenido que decidir cómo quería la ceremonia, la hubiera elegido así :-). Yo creo que hasta nos ahorramos la cuña publicitaria habitual en estas lides.

Una vez casados, besos y abrazos por todos los lados, la gente apretando la mano y el anillo clavándoseme en el meñique. Fotos a diestro y siniestro, fotos profesionales para el álbum que incluyeron desandar lo andado por aquel jardín parándonos cada cierto tiempo y posando en tal o cual postura. Y, por último, el arroz. Yo, como buen galán, salí primero dispuesto a recibir la metralla. Y a fe que lo conseguí. Durante todo el día la chaqueta quedaría absolutamente blanquecina a causa de los impactos del cereal que constituye la dieta fundamental de millones y millones de chinos.

A pesar de todo, mi sacrificio fue en vano. El arroz también alcanzó a mi esposa, quedando incrustado en los sitios más insospechados. Empezando por el peinado (yo había sido más cuidadoso y elegí para la ocasión un modelo más aerodinámico) y acabando por cualquier pliegue o repliegue del vestido, ya fuera por dentro o por fuera.

De ahí, a las fotos artísticas. El lugar elegido, un campo de golf. Allí estaba yo con los palos que habían traído. Pelotas no trajeron pero porque se ve que las prefieren digitales. Allí pedimos permiso y nos dejaron pasar amablemente para hacer fotos en el green, junto al bunker, en frente de la laguna, entre las ramas de unos sauces ... y montados en el carrito, claro está. El hijo del fotógrafo, fotógrafo a la sazón, paró a un amable guiri y le intentó pedir el carro un momento. Visto que ni el fotógrafo hablaba el idioma de Shakespeare ni el simpático guiri el de Cervantes, me ofrecí como intérprete. Le expliqué la situación y, muy amablemente, accedió a dejarnos el carrito unos minutos. Como agradecimiento el fotógrafo nos hizo una foto juntos y le dijo que se pasara por la tienda que se la regalaba. Se lo intenté explicar pero creo que le hacía más ilusión jugar al golf que coger una foto con un par de recién casados a los que no conocía de nada.

Una vez gastados todos los carretes de la cámara digital, pusimos proa al lugar donde se iba a celebrar el banquete. Nosotros cogimos un atajo que nos debía llevar allí antes que los fotógrafos pero ... cuando llegamos nosotros ellos ya estaban allí. Se ve que el BMW antiguo que tienen todavía tira bastante bien.

Llegamos y allí estaba la gente, a punto de entrar en el salón, pasando calor. Bueno, he de decir que, afortunadamente, el día fue magnífico, soleado y con el calor muy soportable. Llegamos, probamos algunos de los canapés, me pedí una copa de agua (dando el cante, para variar), saludamos a los que pudimos y, de repente, nos vemos solos fuera, esperando hasta que nos dijeran que podíamos entrar. No recuerdo pero supongo que fue "Carmelo" el que nos hizo la seña y anunció nuestra entrada. Nos sentamos en la mesa presidencial y casi sin solución de continuidad a comer.

El lenguado estaba buenísimo, el sorbete muy bueno (aunque creo que me había gustado más el de la prueba) y ... llegó la carne. La carne estaba buena aunque definitivamente sí que creo que estaba más dura que la que habíamos comido un par de semanas antes. Pero no era ese el problema, el problema más bien fue que le pregunto a mi mujer ... "¿Esto era solomillo de ternera o de cerdo?". A lo que ella contestó lo que yo temía, que era de cerdo/jalufo.

Cuando pedimos los menús especiales habíamos tenido la precaución de contar los vegetarianos ... pero no los musulmanes, judíos o personas con intolerancia al bicho que sí habían podido asistir. En ese momento me acordé de Amjad y de cómo él, el colmo de la prudencia, probablemente no dijera nada. Así que llamé a Carmelo y le dije que por favor le pusieran otra cosa. Le llevaron una piña con su salsa rosa y quizás sus gambas. Entonces me miró y yo le pedí perdón por el fallo. Bueno, dentro de lo que cabe, tampoco fue tan grave.

Terminó la comida y llegó el momento de la tarta y los regalos o los regalos y la tarta. Elegimos que fuera regalos y tarta. Di un primer viaje al coche por los regalos y luego varios de ida y vuelta hasta que todo el mundo tuvo su regalo. Ahí lamenté no poder tener tiempo para hablar. Es lo único que lamenté ese día. Y mira que no eran muchos, pero es imposible hablar mínimamente con todos. Con algunos yo creo que ni hablé. Pero bueno, el tener a todo el mundo allí creo que compensa con creces ese pequeño sinsabor.

Tras los regalos, la tarta y el show. No hubo baile ya que es un arte que ninguno de los dos dominábamos (yo menos, todo hay que decirlo) y eso implicaba hacer un poco el ridículo. En mi caso esto último tampoco era un problema así que la ausencia de baile hay que achacársela simplemente a mi escasa habilidad para el baile que hubiera causado que aquello no fuera ni un baile ni nada. Así que pasamos directamente a cortar la tarta. Lo escenificamos y, cuando Carmelo se iba a marchar, le pedí el micrófono. Mis compañeros de trabajo hicieron la ola. Son los únicos que conocen esa faceta algo más a fondo.

Empecé mi alocución dando las gracias a todos por venir y pidiendo disculpas porque había preparado una tontería, una simpática y acrónima rima, para decirla y no sabía dónde la había metido. La alocución no hubiera llamado la atención de Fidel Castro a quien ese tiempo no hubiera dado casi ni para decir hola. Así que nada, tras agradecer a la gente, nos fuimos para mi sitio y entonces caí en la cuenta. El papelito donde lo había apuntado estaba en la chaqueta y la chaqueta estaba en la silla desde que me la quité porque hacía calor. Así que antes de sentarme, revisé el bolsillo y ... allí estaba. Sin atisbo alguno de vergüenza, volví a pedir el micro y me dirigí de nuevo a los asistentes. Les expliqué que ya la había encontrado (obviamente se rieron) y pasé a leer lo siguiente:

Venidos por mil y un caminos
Invitados no, familia, amigos
Vistiendo las mejores ropas,
Alcemos a una las copas.

No puedo disimular la alegría,
La miro a la cara y de frente,
Olvidemos las penas este día,
Sublimes serán los siguientes.

Nadie escape al mágico instante,
Os deseamos, agradecidos,
Vivir aprendiendo del antes,
Intentando mejorar lo vivido,
Otrora dos novios amantes,
Somos ya, mujer y marido.

Y sinceramente no recuerdo qué hicieron o dijeron. Solo que cuando dije lo de alzar las copas alcé el micrófono (otra vez risas generales) y que al final lo sellamos con un beso. Tras eso, a comer tarta se ha dicho. Y tras la tarta, la barra libre y los dos o tres licores de manzana sin alcohol que me metí entre pecho y espalda. Ahí pude hablar con algunos amigos, pero indudablemente no todos :-(.

Sobre las 7 y algo, debió empezar a dispersarse la manifestación. Intercambios de cosas entre los maleteros, despedidas varias y, con el deber ya cumplido, de vuelta a la casa. Llegando allí recibí la llamada de Manolo, que se encontraba en una situación similar. No iba a ser yo el único que se casara ese día ¿no? :-).

Bueno, creo que este ha sido el relato más o menos aséptico del día de mi boda. Faltan muchas cosas. Faltan incluso las fotos que tengo que subir a algún lado según me las vayan enviando, que la gente parece reacia a ello :-O. Falta, lo más importante, comentar el lado sentimental. Eso será en una próxima entrada.

Un saludo, Domingo.

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