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martes, 18 de mayo de 2010

Destripar un portátil

La verdad es que no recuerdo cuándo abrí mi primer PC pero no lo recuerdo como una experiencia especialmente aterradora. Aunque, curiosamente, sí que tenía la misma marca que el primer portátil que no solo abrí sino que desmonté: Packard Bell. En aquel entonces supongo que lo que lo único que haría sería abrirlo para ponerle una tarjeta de sonido o una unidad de CD. Ambas cosas bastante seguras. Cambiar CDs, tarjetas de sonido, de vídeo, discos duros ... todo eso es casi automático. Incluso poner los “jumpers” en la posición adecuada.

Otra cosa es montar un ordenador a partir de los componentes. Eso tardé unos diez años en hacerlo. Para aquel entonces había tenido:
El Atari (que no desmonté ni se me hubiera ocurrido) el PC 486 DX2 (Packard Bell) que duró casi 10 años y todavía funcionaba cuando lo jubilé.
El AMD 400 MHz que me compré con el dinero de la última beca, que duró unos 5 años y que creo que murió de un ataque a la placa base. Un Celeron 400 MHz que me costó 80 euros en ebay, de la quinta del AMD y que duró un par de años.
Y no estoy seguro pero puede que también el primer portátil que todavía da guerra cinco años después. Entonces, tras la muerte del AMD, habida cuenta de que comprar una placa nueva significaba también comprar un micro y una torre, decidí “embarcarme”, comprar yo los componentes y montarlos. Por un total de 270 euros me llevé la torre, la placa base, el micro y la memoria. Hoy en día por ese precio te puedes agenciar un ordenador majo y chiquitito pero para aquel entonces no estaba mal.

Llegué a mi casa con todo y ... me puse a montar. Me lo tomé con tranquilidad y necesité un par de tardes/noches (llegaba a mi casa a las 8-9 por lo que tampoco tenía mucho tiempo). Finalmente el “parato” salió andando y todavía lo está, a pesar de haber pasado por alguna que otra vicisitud. Hará un año y medio, creo que murió la placa base y hubo que cambiarla. Y el año pasado, la subida de corriente causó que muriera no sé si micro y placa o solo micro. Así que ahora sigue siendo un ordenador “decente” de esos que sirve para leer el correo y que mi padre juegue a las cartas fundamentalmente.

Ese era mi bagaje hasta hace un par de semanas cuando me enfrenté al nuevo reto de abrir un portátil para algo más que para cambiarle la memoria RAM. Una serie de búsquedas por internet ya me habían advertido de que la tarea no sería fácil. Es más, iba a necesitar medio desmontar el portátil solo para llegar al sitio que quería llegar que no era más que el apéndice del mismo, la pila de la BIOS, eso que no sirve para nada pero que como se rompa da bastante por ... vamos que causa molestias.

El caso es que uno o dos días antes ya habían llegado los reemplazos de esa pila, reemplazos que, también según algunas páginas de internet eran correctos. Ya tenía el apéndice para el trasplante, (aunque para un trasplante quizás hubiera sido mejor símil una córnea; no en vano sin la pila no podía “ver” bien la hora :-D). Me faltaba pues el material quirúrgico. Habida cuenta de que lo tenía en Málaga, fui al “20 duros” de la esquina a comprar material de primera calidad por un par de euros. El material, conocido en portugués como “chaves para PC” no parecía corresponderse con los destornilladores de precisión que yo había utilizado con anterioridad pero eran los únicos que había por allí. Pensé que quizás eran compatibles y me los llevé para casa. Tardé poco en comprobar que había cometido el primer error de la tarde. De hecho creo que allí se rompió la racha pues una hora antes había montado la caseta de los perros en nada y menos. Claro que la caseta venía de Alemania y el portátil era chino :-).

Con el fin de intentar ahorrarme un segundo viaje, saqué la navaja multiusos y empecé a quitar tornillos. La navaja, al contrario que las “chaves” de PC, quitaba los tornillos sin dificultad. Lo malo fue cuando llegamos a los tornillos que estaban en un agujerito de difícil acceso. Ahí “se me cortó el rollo” y tuve que encaminar mis pasos de nuevo al otro “20 duros” donde otro par de euros me consiguió las “chaves” buenas. Lamentablemente no sería el último viaje.

Así que volví y empecé a quitar tornillos como un descosido. Pero nada, por más tornillos que quitaba el portátil se resistía a desarmarse. En medio de la desesperación o a causa de ella, miraba y remiraba en Google hasta que, por fin, encontré el manual oficial de Packard Bell para desarmar aquel modelo. Entonces lo vi claro, no sé si las instrucciones que había seguido eran buenas o no (tal como comprobaría luego, todavía quedaban tornillos por allí en los que no había reparado) pero la solución pasaba por despiezar el ordenador. Y a ello me dediqué. La verdad es que fue un tanto angustioso, sobre todo cuando quité el teclado. En las instrucciones ponía que se tirara suavemente de la faja de datos, lo hice pero aquello no parecía tener una forma fácil de volver a ponerlo. Por lo demás, acabé con la batería, el disco duro, la tarjeta wifi, el ventilador, el teclado ... hasta el monitor sobre la mesa todo carente del menor vínculo o conexión común. Eso y el plástico de los primeros destornilladores sirviendo como improvisado recipiente contenedor de tornillos de variada, más que variable, geometría.

Por fin, tras quitar algún que otro tornillo rezagado y hacer palanquita por aquí y por allí, la bestia abrió sus entrañas y pude ver la pila y hasta sacarla. No salió de la forma en que yo hubiera quiero pero bueno, allí la tenía en mis manos. ¿El problema?, pues muy simple, que no era como las que supuestamente debían servir para reemplazarla. Ese fue probablemente el punto culmen, ni en una película de Hitchcock se puede encontrar la siguiente escena:
Mi mujer hablando por teléfono, tranquila y confiada.
Un portátil despiadado y despiezado.
Yo con una pila gastada de un tamaño y otra para reemplazarla de tamaño muy distinto.

Había que ser fuerte; lo fui y mi valentía fue recompensada. Se lo comenté y no se abrió la tierra, primer signo de que todo iba a cambiar. Fui por tercera vez a un chino no regentado por chinos y dije ... “¿No tendréis una pila de estas verdad?. La contundente respuesta ... “Pues sí que tenemos” casi me hiela la sangre ... pero de alegría. En vano había preguntado yo por ese tipo de pilas en tiendas especializadas: “No, de eso no tenemos, lo siento”. En vano había peinado internet en su búsqueda. Era mucho más fácil que todo ello, bastaba con ir al chino no regentado por chinos de la esquina, preguntar, pagar un euro y llevar :-O. Definitivamente estos chinos (aunque no estén regentados por ...) tienen de todo :-).

Volví a casa exultante, aunque también oliendo a humo pues las tres veces había pasado al lado de la feria intercultural y más concretamente al lado de los asados argentinos. Cambié la pila y me puse a atornillar a diestro y siniestro. Ya desde la mitad vi claro lo que ya sabía; me sobrarían tornillos. Pero da igual, lo mismo que había algunos que no había visto hasta que la excesiva resistencia me hizo percatarme de ellos, ahora se me pasaría más de uno. Bueno, tornillos y una pletina que no sabía muy bien donde iba porque en un momento dado se había salido de su sitio y yo ya me la había encontrado movida.

La fase de atornillado se condujo de forma aceptablemente suave, con tan solo dos momentos de cierta preocupación. El primero, el del consabido teclado cuya faja de datos no había forma de que entrara de nuevo en su sitio. Me rendí y lo intenté medio dejar puesto. El segundo la tarjeta wifi cuya antena no terminaba de conectar correctamente ... hasta que lo hizo. Terminé de montar el ordenador (no estaba como al principio pero más o menos ...), lo encendí y ... no funcionaba el teclado. ¡¡¡Tanto nadar para ahogarse en la orilla!!!. Bueno, a las malas se le ponía un teclado inalámbrico y ya está. Volví a abrir el teclado, lo intenté, lo reintenté lo re-reintenté y, cuando ya iba a darme por vencido e incluso pensaba en llevármelo al día siguiente al fútbol para que alguien que supiera lo arreglara ... justo en ese momento, entró en su sitio. Probé el portátil y ¡¡¡Albricias!!!, mantenía la hora del reloj. Así que lo deposité en la mesa y ... ¡¡¡Misión cumplida!!!

Bueno, eso pensaba yo porque al día siguiente no funcionaba el wifi :-S. Lo acerqué al lado del router y ya sí cogía la señal ... ergo era la antena de la tarjeta wifi. Desmonté de nuevo (esta vez era fácil) y empecé a trastear. Aquello era como una batería con dos bornes, a cada cual llegaban sendos cables; uno principal y otro auxiliar. Cada cable iba a su sitio, eso ya me había encargado yo de anotarlo. Sí que me di cuenta de que uno de los conectores no había entrado bien y se había doblado ligeramente. Intenté enderezarlo pero ... lo terminé de doblar .... ¡¡¡cachis!!!. Así que intenté arreglarlo, buscar otra alternativa, etc pero nada. Nada hasta que me di cuenta de que junto a los bornes había otros bornes parecidos que también podrían servir (no es que sirvieran, es que eran los buenos) ... ¡¡¡et voilà!!!.

En fin, una experiencia para no olvidar durante un tiempo, para confirmar las palabras de Packard Bell que aconsejan llevar el portátil a la tienda en vez de hacerlo uno mismo (ahora que los 20-30 euros te los clavarán fijo) y para contarla por ahí a quien quiera escucharla:

¡¡¡Pensáoslo dos veces antes de desmontar un portátil!!!

Un saludo, Domingo.

3 comentarios:

  1. jajjajaja menuda odisea. Debias haber llamado a tu nuevo vecino (Migue) pues aparte de tener sal tambien ha desmontado ya al menos un par de portatiles y ya tiene algo de experiencia... Un saludo vecino.

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  2. Jejeje. Mi nuevo vecino seguro que sabe ya poner un disco duro de esos que supuestamente no se pueden poner ;-).

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  3. Resulta que la pila del mío va soldada y creo que sólo un técnico de Valencia que dispone del aparato que se necesita para despegarla y soldar la nueva. Un día a la semana recorre las tiendas de Valencia para recoger los portátiles y teóricamente los devuelve el mismo día de la semana siguiente.
    Saludos

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