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sábado, 15 de mayo de 2010

Tupperware dependencia

Dicen que independizarse es la parte fácil; independizarse del tupperware de la madre es lo difícil. Es lo que algunos han dado en llamar la “tupperwaredependencia”, término que yo he dado en aceptar. Bueno, he dado en aceptar el término, no la tupperwaredependencia en sí. Supongo que todas las madres son igual, que están cortadas por el mismo patrón y hacen las mismas cosas. Posiblemente es algo que da el carnet de madre. Supongo también que se trata de algo independiente de la edad de la independencia; es decir, que da igual si el retoño está más cercano a los 20 ó, por el contrario, lo está más de los 40.

Bueno, yendo al grano, el caso es que, desde que me he casado, mi madre parece empecinada en que me lleve más comida de la que podría comer yo durante la semana. El otro día estoy hablando con ella y me dice que me va a dar para que me lleve un tupper de X. Yo pienso ... “bueno, uno a la semana tampoco es tan grave y si le digo que no, voy a herir sus sentimientos” así que nada, acepto. Y justo a continuación me dice que me va a dar otro de Y. ¡¡¡Noooo!!! Eso ya sí que no, porque detrás del segundo iría el tercero; eso sin contar los que mi suegra pudiera mandar. Así que tuve que cortar en seco. La verdad es que le sentó mal, pero bueno. En cualquier caso mi argumento creo que era bastante simple y creo que queda reflejado en la siguiente conversación, parecida a la que realmente ocurrió.

  • No, dos ya no porque entonces cuándo cocinamos.
  • Pues claro que podéis.
  • ¿Sí? ¿Cuándo?. Si yo como fuera todos los días y solo como aquí por la noche.
  • Pues por la noche ya hacéis lo que sea.
  • Claro, pero si me llevo comida para 2-3 noches (tras la segunda iría la tercera, obviamente) entonces al final nunca hago nada.

En fin, que me negué y fuimos a comer el domingo y a pesar de todo intentó que me llevara el ciento (el ciento y la madre no o mi mujer directamente me deja allí con ella). Aunque para hacer honor a la verdad, no fue la única que me envió comida, mi suegra también lo hizo así que hasta es posible que me tenga que plantear en un futuro una restricción aún mayor de las vituallas procedentes de las antiguas casas. Y es que digo yo, ¿por qué tras haber estado 4 meses en Chicago sin tupper alguno, tras haber estado 5 en Bratislava sin tupper alguno, ahora en Málaga tengo que ser tupperwaredependiente?. Mi mujer se burla de mí y dice que calentar agua y echar noodles instantáneos o freír un revuelto de verdura ultracongelado no es hacer de comer. Quizás no, pero se parece mucho más que descongelar un tupper.

Y en cualquier caso, cocinar es algo que no sé y como tantas cosas que no sé, es algo que quiero aprender. Eso nada más me basta para saber que no quiero ser tupperwaredependiente; aunque el resultado sea que no como comida tan buena como la que hace mi madre. Me da igual; afortunadamente para que yo no me coma algo tiene que estar excesivamente malo :-).

Un saludo, Domingo

3 comentarios:

  1. Tres cositas:
    1. Algunos dicen que existe incluso la FETEDE (Federación Española de Tupperware Dependientes).
    2. Como una madre no hay nada.
    3. Yo empecé como tú. Con el tiempo me fueron fallando las fuerzas pero a mi madre y a mis suegra no, ¡qué resistencia! Ahora sé que he perdido definitivamente la batalla.

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  2. Yo no sé si los tupperadictos son los hijos...o las madres. En mi caso, el trasiego de tuppers de casa de mi madre y de mi suegra tiene un componente añadido: ambas mujeres suele suplicar que devuelva los tuppers para seguir el proceso como si de un automatismo en un proceso industrial con un componente de feed-back se tratara. Si los devuelvo, en breve vuelven a mi, llenos de suculencias sin cuento. Y si no los devuelvo, las santas mujeres compran nuevos, con el deletéreo efecto de que a partir de ese momento hay más y más tuppers para seguir el proceso. No hay manera de salir del mismo, pues es autorregenerativo. Debo añadir que tengo 50 años, no 20; y que mi mujer es una excelente cocinera. Mi madre es...mi madre y con su comida que crecido, y mi suegra se llevará consigo al otro mundo mil recetas maravillosas de la extremadura más suculenta y extraordinaria.
    En el fondo la maldición de los tuppers no es tal, sino una bendición para todos. Madres e hijos.

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  3. A Jesús y a Jesús :-). Creo que ambos tenéis razón. Supongo que lo fundamental debe ser no ya, no caer en la tupperwaredependiencia, sino resistirse lo suficiente como para aprender a cocinar. Tampoco es que esto último sea estrictamente necesario, pero, desgraciadamente, las madres tampoco nos durarán para siempre.

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