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sábado, 27 de noviembre de 2010

Llegar a los 80

Mi abuela paterna llegó a los ochenta ... hace diez. El otro día hablaba con ella y me decía que no sabía si podría venir más a casa de mis padres. A la pobre se le está juntando todo y quizás entre ese todo están las Navidades, más cerca que nunca y toda la carga emocional que llevan para las personas mayores. No solo eso, la edad tampoco debe ponérselo fácil. A mí me dijo el otro día dos veces lo mismo. Antes podía hacerlo con un lapso de tiempo de diferencia, pero esta vez fue casi seguido. No hay necesidad de pensar en una posible demencia senil, pero tampoco se puede obviar que tiene 90 años. En cualquier caso, mi abuela sí que llegó a los ochenta.

Mi otra abuela también llegó a los ochenta, hace un par de ellos. Y es de estas mujeres que entierran a todos sus descendientes. El año pasado ya tuvo que enterrar a uno, mi tío, así que a ver qué tal lo lleva este año. En cualquier caso, todavía es "joven" y puede presumir de haber llegado a los ochenta muy bien. Por mucho que luego se empeñe en mostrarte las muñecas y decir que tiene los huesos salidos :-).

Mis abuelos no llegaron a los ochenta. Se ve que la pareja de cromosomas XY se escribe con ye minúscula (no sé si me acostumbraré algún día, aunque imagino que sí) . Mi abuelo paterno murió bastante joven, unos sesenta años. Mi abuela, la pobre, quedó viuda con 50 y me da que hace ya unos años que quisiera acompañarlo, no en vano ahora, tras las cosas que le ha tocado vivir y que todavía vive, se siente desdichada y entonces se sentía querida; muy querida, dice ella. Mi abuelo paterno, ese del que se supone que heredé su habilidad para hacer cuentas con la tiza en la barra del bar, murió un año antes de que yo naciera, creo que de una trombosis que acabó en embolia, lo que parece que ahora se conoce como ACV (Accidente Cerebro Vascular).

Mi abuelo materno murió cuando yo tenía dieciocho años. A él si lo conocí, claro está. Y creo que ya lo he dicho alguna vez, pero lo recuerdo como un buen hombre. Murió de un infarto pero muy posiblemente la causa principal fue el humo de los cigarros que fumó, abiertamente o a escondidas, durante toda su vida.

Mi padre no sé si llegará a los 80 pero lo dudo porque no se cuida. Nunca ha querido seriamente dejar de fumar y además siempre ha sido moderadamente obeso. Físicamente o, mejor dicho, antropomórficamente, él yo y somos muy parecidos. Espaldas anchas, piernas fuertes, bajitos ... por eso tengo que aprender de sus errores. Sobre todo de sus errores, también de los de mis abuelos pero sobre todo de los suyos. A mi favor tengo el no haber probado un pitillo en mi vida (qué raro suena lo de pitillo, creo que ya no debe usarse mucho). En mi contra que durante muchos años he sido obeso.

Él es hipertenso y ha tenido problemas de úlceras. Yo siempre he tenido la tensión bien, pero por la zona alta. Y cuando se envejece sube ... mal asunto. Hasta ahora me controlo con las grasas y estoy controlando la sal todavía más, si cabe. Pero creo que el factor diferencial pasa por la pérdida de peso. Y en ello estamos porque, a mis treinta y cuatro, estoy a punto de llegar a los ochenta. Una cantidad de kilos que no debía tener desde los 12 años o así. Con 13 recuerdo que me pesaron en el médico y pesaba más de ochenta. Así que espero que durante las próximas semanas, en algún momento de las mismas, la gráfica de mi peso empiece a bailar un zapateado sobre la línea de los ochenta. Y también espero que llegue el momento en que dicha gráfica oscile única y exclusivamente por debajo de esa línea.

No solo eso, también espero que dentro de uno o dos meses el zapateado se desplace a la línea de los setenta y cinco kilos. Entonces lo mismo escribo una entrada que trate sobre llegar a los setenta y cinco y espero que pueda decir que mi padre todavía lo está intentando. Porque mi padre se opera el lunes. Se opera "contra" una serie de circunstancias, algunas relacionadas con su estilo de vida (espero que la mayoría). Esperemos que la operación salga como se supone que debe salir, que es sin causar ningún daño adicional y aliviando los efectos negativos de esa serie de circunstancias. Esperemos, porque por mucho que no me haga caso, por mucho que no me gusten algunas de las cosas que hace o dice, la opción de que mis hijos tampoco puedan conocer a su abuelo paterno me gusta todavía menos.

Un saludo, Domingo.

2 comentarios:

  1. Gracias, al final salió todo muy bien y parece que se encuentra bastante mejor. Ahí está sentado en el sofá. Eso sí que no ha cambiado :-).

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